Juana Belén

(Juana Belén Gutiérrez de Mendoza)

«No me consta, pero me han asegurado que nací en San Juan del Río, Durango, el nevado amanecer del día 27 de enero de 1875. Este dato deber ser importantísimo porque lo han anotado con minuciosa escrupulosidad en los registros de la cárcel, cada vez que he estado allí…»

Hubo una época en México, en la que el país no tenía ni pies ni cabeza, era un país nuevo, que en las primeras décadas de independencia sacudió las viejas instituciones para dar paso un país liberal. No fue fácil, se enfrentaron disputas internas y hasta invasiones extranjeras. Pero al final el país empezaba a dar pasos solo. El precio a pagar fue una dictadura, que obviamente de inicio se conoció como: «paz porfiriana», fue el bálsamo que tanto necesitaban los nuevos mexicanos, con el tiempo la paz se hizo rancia y ya no consolaba más.

El pueblo empezó a despertar del sueño porfiriano, se congregaba en clubes políticos y la imprenta fue el medio idóneo para la divulgación de ideas políticas. Entre esos mexicanos que tomaban acción social, hubo varias mujeres, que a pesar de la absurda costumbre de negarles el acceso a la educación, lograron acceder al conocimiento, se hicieron lectoras y escritoras autodidactas, y sus inteligencia fue el faro que en muchos casos marco el rumbo de la lucha revolucionaria.

Juana Belén Gutiérrez fue una de esas excepcionales mujeres, de valor y letras, con faldas bien amarradas. Crítica periodista del gobierno, fundó su propio periódico «Vesper» de corte anti porfirista y anti clerical (ídola).

La primera vez que pisó la cárcel tenía 26 años, su delito había sido publicar en la prensa, los abusos que vivían los mineros en Chihuahua. Salió al poco tiempo de prisión, pero el acoso de las autoridades no paró, por lo que se refugió por un tiempo junto con los hermanos Flores Magón en Estados Unidos.

Con los Flores Magón todo marchó bien al principió, pero la diferencia de ideales los separó abruptamente, ella era Liberal absoluta y ellos Anarquistas rencorosos. Lo último va de mi cosecha, porque después del cisma político en sus caminos, dedicaron tiempo y tinta a difamar a Juana Belén.

La pasión por sus ideales la llevó a seguir el movimiento de Francisco I. Madero, así fue como regresó a México. El enamoramiento le duró poco, como a todos los que hicieron esa revolución. Pronto se enlistó en las filas zapatistas donde su sabiduría y arrojo la ubicarían al frente de un regimiento que llamó «Victoria». En sus filas no se toleraba el abuso a las mujeres, ella misma era feminista, así que, al recibir la primera denuncia de violación, mandó fusilar de inmediato al culpable. Sabía muy bien que en el campo revolucionario había que dar mensajes firmes desde el comienzo. Al llegar a oídos de Emiliano Zapata lo sucedido, la premió otorgándole el grado de Coronel (o Coronela).

Juana Belén fue testigo de primera mano de los abusos cometidos contra los pobladores de Morelos y con ese ingenio valiente que la caracterizaba, le escribió al presidente Madero para decirle en pocas palabras que «… la ausencia de don Porfirio no se notaba».

La prisión volvió ser un lugar visitado por Juana, una temporada durante la dictadura de Victoriano Huerta y cuando presa tejió una artimaña que conduciría a el arresto de un senador y otros políticos, debilitando con eso el gobierno usurpador, y la otra cuando se opuso a los carrancistas.

Juana Belén, obtuvo su libertad final en 1919, dedicó sus esfuerzos a la publicación de «Vesper» y a las campañas de educación postrevolucionarias. Falleció en la Ciudad de México en 1942.

Incluir en la narrativa de nuestra historia a las mujeres que fueron parte esencial de la lucha social, no solo es justicia, sino un eslabón importantísimo en la construcción de la igualdad entre hombres y mujeres, entre ciudadanos y ciudadanas.