Carmen Serdán y el primer tiro revolucionario
Muy pocos lo saben, pero el primer disparo de la revolución mexicana de 1910 fue hecho por una mujer. Una mujer poblana. Una mujer liberal y progresista. Una mujer de nombre María del Carmen Serdán Alatriste, mejor conocida en la historia de México como Carmen Serdán.
Carmen lanzó ese primer balazo con una carabina Mauser, el viernes 18 de noviembre de 1910. ¿Cómo, por qué razón y contra quién fue dirigido aquel tiro que simbólicamente marcó el inicio de la lucha revolucionaria contra la dictadura de Porfirio Díaz?
Carmen Serdán en pocas palabras
- El primer disparo de la Revolución Mexicana salió del rifle de esta mujer nacida en Puebla.
- Pionera del movimiento revolucionario al lado de sus tres hermanos.
- Sus hermanos Aquiles y Máximo fueron los dos primeros mártires de la revolución.
- Luchó activamente contra Porfirio Díaz y contra Victoriano Huerta.
- Su nombre está inscrito con letras de oro en la Cámara de Diputados.
Una familia acomodada pero progresista
Hija de Manuel Serdán y Carmen Alatriste, Carmen era la mayor de cuatro hermanos. Había nacido en Puebla de Zaragoza, el 11 de noviembre de 1875, en el seno de una familia de clase acomodada pero con espíritu progresista. Su abuelo materno, Miguel Cástulo Alatriste, había participado de manera destacada en la Guerra de Reforma y fue gobernador de Puebla entre 1857 y 1861. Por otra parte, su padre había sido el redactor de la llamada Ley del Pueblo que significó el primer antecedente de lo que sería la reforma agraria en nuestro país.
Don Manuel Serdán era un conocido abogado de la ciudad y quiso que sus hijos recibieran una educación acorde a los valores democráticos que profesaba. Tristemente no tuvo mucha oportunidad de hacerlo, ya que falleció en 1882, cuando Carmen tenía apenas siete años de edad.
A partir de ese momento y por ser la hija mayor, tuvo que ayudar a su madre en el cuidado de los otros tres vástagos: Natalia, de seis años; Aquiles, de cinco; y Máximo, quien aún permanecía en el vientre materno al morir su progenitor. Tan temprana responsabilidad hizo que se forjara en ella un carácter fuerte y firme, seguro y responsable, al tiempo que proseguía con sus estudios en el Colegio Teresiano de la capital poblana.
Una activa militante maderista
Ya en los primeros años del siglo XX, por todo el país comenzaron a difundirse ideas de libertad y democracia. Díaz era un dictador que llevaba demasiados años en el poder y el ideal anti reeleccionista se había incrustado en las mentes de muchos mexicanos y muchas mexicanas. Por eso, cuando en 1909 aquella causa tomó forma con las propuestas del coahuilense Francisco I. Madero, la familia Serdán se entusiasmó y no tardó en apoyar la formación del Partido Nacional Antirreeleccionista. Tanto así que Aquiles, uno de los hermanos menores de Carmen, fue elegido como presidente de la sección Puebla de esa organización política. Pero ella también participó entusiasta en el movimiento. Bajo el seudónimo masculino de Marcos Serrato, la joven mujer de 34 años se ocupó de muchas tareas dentro del partido: actividades de propaganda, colaboraciones en el periódico local No-reelección e incluso la compra clandestina y la distribución de armas entre los militantes partidistas.
En octubre de 1910, Carmen viajó hasta la ciudad de San Antonio, Texas, donde se encontraba su hermano Aquiles al lado del líder nacional del partido. Allí, Madero dio a los Serdán una encomienda, la misma que había dado ya a varios de sus seguidores a lo largo y ancho de México: que fueran preparando el terreno para iniciar a corto plazo la revolución; en su caso particular, en el estado de Puebla.
Adelantar la revolución
Semanas más tarde, el 6 de noviembre de aquel histórico 1910, don Francisco proclamó el Plan de San Luis, en el que hacía un llamado a todos los mexicanos descontentos con el régimen autoritario de Porfirio Díaz para levantarse en armas el día 20 del mismo mes, a fin de acabar con la dictadura y establecer elecciones libres y democráticas.
Los hermanos Serdán habían regresado ya a su ciudad natal y trabajaban arduamente para cumplir las instrucciones de su dirigente máximo. Sin embargo, las cosas habrían de complicarse. Alguien los denunció con la policía poblana y esto llegó a oídos de Aquiles y de Carmen. Sabiendo que en cualquier momento su casa, que era un verdadero arsenal, sería cateada por las autoridades, tomaron una decisión tan definitiva como temeraria: adelantar el levantamiento para el día 18 de noviembre.
Para ello, llamaron a varios de sus seguidores con el fin de hacerse fuertes en la propiedad de los Serdán y esperar el casi seguro ataque de las fuerzas gubernamentales. La idea era enfrentar a estas, derrotarlas y con ello dar inicio a la revolución.
El primer disparo
Justo el día 18, cinco policías se presentaron en el domicilio. Llevaban una orden de detención contra Aquiles Serdán. La entrada se les negó y entonces un grupo numeroso de gendarmes rodeó la céntrica casa. Como primera respuesta, recibieron un tiro. Desde un balcón, Carmen Serdán había accionado el gatillo de su carabina.
Las fuentes no son claras acerca de si la bala hirió a alguno de los policías o si se trató de un disparo de advertencia. El caso es que sirvió como detonante para que los llamados representantes del orden abrieran fuego contra la casa y quienes la defendían respondieran de igual manera.
Infortunadamente para los defensores, la fuerza de los atacantes era mayor en número y en poderío. Aun así, en cierto momento, una temeraria mujer apareció en un balcón para arengar a los muchos curiosos que atestiguaban los hechos y pedirles que se unieran a los antirreeleccionistas. Era Carmen Serdán y por desgracia su llamado no sólo no encontró eco sino que al exponerse, su acto provocó que saliera herida.
Los hermanos Serdán y sus compañeros defendieron la casa durante las varias horas que duró el combate. Lo hicieron hasta donde les fue posible, pero finalmente no lograron evitar que las huestes porfiristas irrumpieran a sangre y fuego en el inmueble y mataran a varios de los ahí parapetados, entre ellos Máximo, el menor de los Serdán.
La muerte de Aquiles
Carmen seguía con vida, ya que los dos tiros que recibió no resultaron mortales y fue arrestada junto con su madre y su cuñada Filomena, esposa de Aquiles y quien se encontraba embarazada. Las tres mujeres fueron conducidas a la cárcel de la Merced. Extrañamente, Aquiles Serdán no apareció por ningún lado y en primera instancia se pensó que había logrado escapar. Pero no fue así. El líder de los maderistas poblanos se había ocultado en la oscura humedad del sótano y cuando en la madrugada del día 19 trató de escabullirse, aprovechando la oscuridad reinante, fue descubierto y abatido a balazos por los policías que custodiaban la casa.
Su cadáver sería exhibido públicamente, para que sirviera como escarmiento y advertencia a todo aquel que tuviese intenciones de oponerse al régimen. Sin embargo, su muerte sirvió no sólo para convertirlo en el primer mártir de la revolución, sino que al difundirse la noticia a lo largo del país, enardeció aún más los ánimos y el domingo 20 de noviembre estalló en muchas partes de México el movimiento al que había llamado Francisco I. Madero en el Plan de San Luis, con las consecuencias que todos conocemos.
En cuanto a Carmen Serdán, pronto fue liberada y se unió a la lucha. Celebró con todos sus compañeros el triunfo maderista, tras la renuncia y huida a Francia de Porfirio Díaz, y trabajó con ahínco por el nuevo gobierno. En 1913, tras el golpe de Estado de Victoriano Huerta que costó la vida de Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, se integró a la Junta Revolucionaria de Puebla. Al año siguiente, tuvo la oportunidad de entrevistarse con Venustiano Carranza, por entonces primer jefe del Ejército Constitucionalista, y lo apoyó trabajando como enfermera voluntaria en los hospitales militares.
El discreto retiro
Una vez logrado el triunfo carrancista sobre las fuerzas del usurpador Huerta y luego de ser proclamada la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el 5 de febrero de 1917, Carmen Serdán, la pionera revolucionaria, decidió que su misión había concluido y discretamente se retiró a la vida privada para hacerse cargo del cuidado de los hijos de sus hermanos muertos.
Fallecería tres décadas más tarde, el 21 de agosto de 1948, a los 73 años de edad. A distancia presenció los acontecimientos que siguieron a su retiro: el salvaje magnicidio de Carranza, el asesinato de Álvaro Obregón, el maximato de Plutarco Elías Calles, la guerra cristera, la presidencia de Lázaro Cárdenas y la de Manuel Ávila Camacho e incluso los dos primeros años del mandato de Miguel Alemán Valdés, ya en otro México que se alejaba del fuego de la revolución y se adentraba en la modernidad de las instituciones.
Monumento a Carmen Serdán Alatriste, Puebla. Fuente: Wikimedia.
El Estado mexicano habría de reconocer su contribución a la lucha armada revolucionaria, al escribir su nombre con letras de oro en la Cámara de Diputados. Por su parte, el gobierno de Puebla la honró con una estatua en la ciudad capital. En ella se le ve al momento de abrir fuego con su carabina Mauser 30-30, el arma insignia de los rebeldes de 1910, recordando de esa manera que fue ella, Carmen Serdán, una mujer, la persona que hizo el primer disparo de la Revolución Mexicana.
Adquiere aquí la fotografía de Carmen Serdán.